25.11.11

De indignados a cómplices: 1a Parte


Nos molesta la corrupción. Nos indigna. Estamos de acuerdo que es un cancer, que no nos conviene y aunque todos hablamos en contra de ella, no se ha disminuido. Aun cuando se ha controlado con el tiempo vuelve a aparecer.

Durante muchos años circulando cercano el aeropuerto de la ciudad de México con placas de Puebla me paraban los agentes de tránsito señalando/inventando alguna infracción. Discutíamos y la mayoría de las veces terminaba "dando para el refresco". En una ocasión llevaba a mi primo al aeropuerto. Sentí pena de que viera esta situación, esta manera de arreglar las cosas en México. Una vez tomando nuestro camino de nuevo mi primo me dijo que él había estado dispuesto a perder su vuelo. Sentí verguënza. Le contesté que era una pena, pero así eran las cosas aquí. Pero eso no me liberó. Perdí algo de mi propia dignidad en ese viaje. 

Mi decisión de coludir en ese ejemplo tiene aspectos comunes a otras ocasiones en que la solución o "el arreglo" me beneficiaba en el ahorro de tiempo y el costo mayor de la multa. Era una solución más práctica y de menos esfuerzo para mí. Las "reglas" que en este caso eran de tránsito fueron ignoradas. Yo me vi por encima de ellas. 

Ahora bien, se supone que las reglas, procedimientos, leyes.. son para promover la sana convivencia y bienestar social. Por ejemplo, los semáforos son parte de un sistema para la movilidad segura y equitativa. Cuando yo acelero ante la luz amarilla o cuando paso el alto, estoy menospreciando no sólo las reglas, sino el bienestar de la comunidad. Estoy dando más peso a mis necesidades o deseos. Con mis acciones estoy distanciandome de una consciencia social y comunitaria. Y se vuelve un hábito.

Hace unos años mi esposa y yo fuimos a visitar a un sacerdote recien operado. Subiendo las escaleras dentro del hospital vi antes de llegar a su cuarto un letrero que decía, "Prohibido las visitas por orden médica". Mi primera reacción fue darle la vuelta y regresar, pero luego me entró la inquietud de acercarme. Ya junto a la puerta escuché voces adentro y al abrirlo un poco, ay sorpresa, encontré una docena de personas alrededor de la cama del Padre. ¡Los caché! Les llamé la atención, nos reimos y nos retiramos todos.

Me llamó la atención que yo mismo había cuestionado la veracidad del letrero y al encontrar personas adentro me dí permiso de entrar yo también. Tiré por el bordo la indicación del médico, quien velaba por la salud y recuperación del paciente. Tal vez pensaba que mi esposa y yo eramos diferentes, privilegiados por encima de la regla, el procedimiento, la ley... También me caché. 

Si el antídoto a la corrupción es el respeto a las normas, procedimientos, leyes, etc. aun cuando chocan con nuestros beneficios personales, ¿Por qué habré de acatarlos yo si otros no lo hacen, cuál serían los beneficios para mí? 

Propongo que cambiemos la conversación, que hablemos de lo que sí queremos en lugar de la corrupción, de tal suerte que sea mucho más atractivo y apetecible honrar la convivencia comunitaria a través del respeto a nuestras reglas, leyes y procedimientos en lugar de romperlos y de paso, volvernos cómplices de una consciencia colectiva de comunidad ciudadana.

Continuará.....

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Gracias por participar en este esfuerzo, George